miércoles, 12 de junio de 2013

Imagen Social de la Vejez I



    El aumento en la esperanza de vida
Al hacer una revisión histórica de la imagen social de la vejez,  vamos a encontrar una constante: La contradicción.

Los estudios realizados sobre este tema,  nos dan información acerca del promedio de vida que el ser humano ha tenido en sus diferentes etapas históricas, de los roles que llegaron a jugar como viejos, incluso de algunas percepciones sociales sobre los propios viejos.  Solo abordaremos el aumento en el promedio de esperanza de vida y su repercusión en el imaginario social.

Con respecto al promedio de vida, hemos alcanzado como sociedad un avance insospechado; de 30 años  hasta el siglo XVIII d.C., los 50 años del siglo XX, hasta los casi 80 años de principios del siglo XXI, y aumentando. Nunca en toda la historia de la humanidad se había alcanzado este promedio. Por ejemplo, nunca como hoy hubo tantos humanos con más de 100 años de vida, tan solo en México en 2010  vivían más de 18,000 centenarios.(INEGI)

Lo que vemos a lo largo de la historia con respecto a este tema es que, ya bien vivamos 30, 50 o 100 años, siempre deseamos vivir más, desde los albores de la civilización hemos buscado respuesta a la enfermedad, la vejez y la muerte. Desplegamos una batalla continua con el tiempo: Vivir más……...el avance médico, científico y tecnológico han cristalizado los esfuerzos de generaciones, ahora podemos tener una larga vida como una opción y no como una excepción; sin embargo la contradicción social permanece vigente: El culto a la juventud y una imagen estereotipada de la vejez que se ha mantenido desde Aristóteles: "La vejez es en sí misma una enfermedad y una dolencia incurable".

Asociar la vejez con la enfermedad y la decrepitud ha sido la constante de toda nuestra historia. Esto no fue relevante mientras los viejos eran pocos y excepcionales,  pero cuando las estadísticas y proyecciones nos dan cuenta clara del número de viejos vivos hoy y posiblemente en el mañana, este paradigma se vuelve amenazante.

Simplemente no es posible imaginar una sociedad con una cuarta parte de su población enferma y decrepita.